No es un diario, ni un book, ni un cuaderno de bitácora al uso.
Es el lugar donde guardo un poco de esto y de aquello.

Cosas que he hecho y que voy haciendo, que hago, que haré. . . y ahora voy, y te lo cuento.

martes, 4 de octubre de 2011

Cumpleaños hiperactivos

Foto obtenida de desmotivaciones.es

Hace unos días estuve con mi hija en uno de esos salones tipo búnker donde se celebran cumpleaños. Dentro hay una jaula enorme hecha de cuerdas y colchonetas, donde los niños hacen durante varias horas el mono, recorriendo un circuito de obstáculos una y otra vez, como hámsteres mononeuronales. Los padres los observamos con una sonrisa plana. Cuando ya comprobamos que no hay posibilidad de que se descalabren, nos retiramos convencidos de que les estamos ofreciendo una diversión saludable.
¿De verdad creemos que eso es divertido? ¿Sano? Yo lo dudo seriamente. Los niños no se comunican entre sí, salvo con empujones y gritos. A los cinco minutos le han perdido el rastro a sus compañeros en medio de la marabunta de niños de los tres, y hasta cinco, cumpleaños que se están celebrando en la misma jaula. ¿Y los regalos? Pueden llegar a abrir hasta quince paquetes en tres minutos, sin posibilidad de dar las gracias o de valorar el regalo con cierto entusiasmo: ¡están histéricos! ¿Quién no lo estaría?

Mi hija y yo nos prometimos mutuamente no repetir (y es que, efectivamente, no se lo pasó «ni un poquito bien») y habría olvidado aquella tarde de horror, si no fuera por el artículo de Maruja Torres en El País este fin de semana. Ahí está la clave: desidia.

La periodista hace un alegato a favor de la lectura como remedio para combatir la hiperactividad y la falta de concentración que aquejan a nuestros hijos. Merece una reflexión.

«Ahí está el niño o la niña, con un mando a distancia en la mano, fijando su atención en historias cortas. ¿Quién le sentará a leer un libro? ¿Quién sentará a hacer lo propio a los adultos que le crían y cuyo narcisismo considera una pérdida de tiempo todo lo que no conduzca a una satisfacción inmediata? ¿Dónde está el anuncio que culpabiliza al usuario por no haber leído a tiempo un buen libro? Qué va: lo que tenemos es una machacona campaña en la que todo el mundo pone a parir al infeliz que no se decidió por un auto de determinada marca. Imaginen lo hermoso que sería que, en ese anuncio, el protagonista despertara de su pesadilla y, en lugar de encontrarse al volante del coche de marras, se viera en la biblioteca de su casa, rodeado por sus amados volúmenes. Uf, soy un lector. Menos mal que mi analfabetismo funcional ha sido solo un mal sueño.»
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Puestos a pedir, estaría bien que en la próxima campaña electoral no tuviéramos que  escuchar a ningún político jactarse de no haber leído un libro en su vida.
¡La hiperactividad provoca esos lapsus!

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