No es un diario, ni un book, ni un cuaderno de bitácora al uso.
Es el lugar donde guardo un poco de esto y de aquello.

Cosas que he hecho y que voy haciendo, que hago, que haré. . . y ahora voy, y te lo cuento.

sábado, 21 de marzo de 2009

Traduciendo a Jeanette Winterson




(Artículo publicado en el blog de Laboratorio de escritura )

Acababa de leer La niña del faro cuando me ofrecieron traducir Tanglewreck (El Guardián del Tiempo), la novela con la que Jeanette Winterson se introducía en la literatura juvenil. Acababa de despedirme de Silver, la niña que se crió sobre la pendiente de un acantilado –como quien vive en el término figurado de una metáfora–, cuando ésta no había hecho más que conquistar el sentido real del futuro que le vaticinó su madre: «… si no puedes sobrevivir en este mundo, mejor será que te construyas uno propio». Acababan de darme una excusa para volver a leer la novela.
La leí, esta vez en inglés, con el propósito de encontrar la voz de Winterson entre las líneas de una historia realmente cautivadora. Y después la busqué en Oranges are not the only fruit (Fruta prohibida), su primera novela; en The passion… No fue difícil entender el motivo del creciente interés que despertaba esta autora británica: buenas historias, originales, sensuales, honestas, con personajes poco comunes y una prosa directa, incisiva, y aún así, cargada de lirismo.
Nada más abrir las 400 páginas del original de Tanglewreck, me encontré de nuevo con Silver («mitad metal precioso y mitad pirata»); la protagonista de El Guardián del Tiempo compartía nombre con mi otra Silver. Debo admitir que me pareció muy extraño: ¿qué puede impulsar a un autor a repetir nombre en dos personajes aparentemente tan distintos?
Lo interpreté como una señal y me dejé arrastrar por los «Tornados del Tiempo». No puedo resistirme a un libro que plantea un enigma desde la primera página. Luego, mi segunda Silver resultó ser mucho menos introspectiva, sin tantos aforismos («Hasta los más desgraciados tenemos suerte. Siempre amanece»), aunque con un estricto sentido moral y sus propios dilemas existenciales.
Mi viaje, como traductora, fue descubrir cómo se construye y destruye la voz del autor en la polifonía de personajes de una novela como ésta, en la que conviven chicos negros del sur de Londres, piratas del siglo XVI, Papas, reyes y conejos gigantes con Stephen Hawkings, el dios Ra o el gato Schrödinger, por poner algunos ejemplos. Viví meses enteros desdoblada en todas esas voces que escuchaba con total claridad y, sin embargo, no estaban dentro de mí (paradojas de la traducción). Pero el reto de Winterson era un infinito «no se vayan todavía, aún hay más», que entrelaza todos los ingredientes de la vida, que es ficción y es no ficción, ambición sin límites y unos pocos preceptos de física cuántica. Definitivamente, «… si no puedes sobrevivir en este mundo, mejor será que te construyas uno propio», y para eso hacen falta más que palabras.